martes, 7 de diciembre de 2010

15 razones para visitar Flandes

Flandes seduce con arte, conquista con vanguardia, atrapa con estilo y se recuerda con nostalgia y aroma a chocolate. La belleza centenaria de esta amante entregada mima los sentidos envuelta en flores, generosa en los placeres y detallista en los regalos.




1.- Visitar el recién inaugurado Museo Magritte. Un museo que hace honra a la genial inteligencia del pintor, empeñado en quitar de la mente lo visto para buscar lo nunca visto. Situado en la Plaza Real de Bruselas, al final del Monte de las Artes, recoge la mayor colección del mundo de obras de arte de Magritte y la exhibe cronológicamente, de modo que se tiene acceso a su pintura insólita y vanguardista y también a la vida e ideas de Magritte.

2.- Retratar al Manneken Pis. Camuflado entre turistas y normalmente disfrazado según el acontecimiento más relevante de la actualidad belga, lo que más sorprendende del niño meón más famoso del mundo es su tamaño. Ubicado en la Rue du Chene esquina con la Rue de l’Etuve, este pequeño burlón parece ignorar a toda la corte de viajeros que a diario le rinde tributo. Hágase un hueco e inmortalícese a su lado porque sin esa foto le parecerá que no ha estado en Flandes. Después busque a su réplica femenina, la Jeanneken Pis, la niña meona que también enseña su anatomía con completa ausencia de decoro. Está cerca de la Grand Place, casi escondida en un callejón sin salida que sale de la Rue de Bouchers.

3.- Buscar el diamante perfecto. Amberes es la capital del diamante, el lugar ideal para buscar y encontrar la talla perfecta. El comercio de diamantes lo lleva la comunidad judía, que en Amberes es muy numerosa y vive en el distrito del Diamante, un hervidero de compradores, vendedores y parejas de enamorados, pero también una fortaleza controlada por cámaras de seguridad. Las joyas que exhiben sus calles no merecen menos. Un lugar para soñar.

4.- Pasear por la Grand Place de Bruselas. El verano es la estación perfecta para disfrutar de uno de los conjuntos arquitectónicos más bellos del mundo. Pida una cerveza en una de sus terrazas y deje volar la imaginación mientras las fachadas de las casas le acarician la vista. Por la noche esta plaza es mágica.

5.- Navegar por los canales de Brujas. Déjese atrapar por el romántico encanto de la medieval Brujas y disfrute de un refrescante paseo en barco por sus impolutos canales. Brujas le desvelará con calma sus secretos más íntimos mientras sus ojos se llenan de arte y la música de sus campanarios le eleva el espíritu. Cada rincón de la ciudad guarda con celo una historia desde su fundación en el lejano siglo XI.

6.- Seguir las huellas de Carlos V. En 1516, Carlos V, soberano de los Países Bajos, aceptó la corona de Castilla y Aragón, uniendo para siempre el destino de España y el de Flandes. Son muchas las huellas que quedan del paso del Emperador por esta tierra, desde su lugar de nacimiento en Gante –una maqueta recrea cómo fue el desaparecido castillo que le vio nacer– hasta el palacio de Malinas donde le educó su tía Margarita de Austria. Pero las huellas de Carlos V no acaban ahí. Fruto de su compleja relación con la ciudad que le vio nacer y del socarrón humor de los ganteses todavía hoy existe una curiosa procesión en su honor: la de la soga al cuello. Cada año los habitantes de Gante celebran en el mes de julio la Gentsefeesten (fiestas de Gante) y se pasean por la ciudad con una soga atada al cuello para honrar la memoria de aquellos que en su día se sublevaron contra el monarca y fueron castigados. .

7.- Ir de compras por la ruta de la moda en Amberes. Haciendo honor a su riquísimo pasado textil, un grupo de diseñadores de los 90 decidió reinterpretar esta riqueza y ponerla al servicio de la vanguardia. Desde entonces se les conoce como Los seis de Amberes, siendo hoy sus boutiques templos de peregrinación para los amantes de la moda. La buena noticia es que a estos seis se le han ido sumando decenas de diseñadores atrevidos, originales y, sobre todo, asequibles, de forma que comprar en Amberes se ha convertido en un placer que arrastra a miles de viajeros. Una buena opción son las calles que rodean a la Nationalestraat y seguir por la colorista y peatonal Wilde Zee.

8.- Disfrutar del chocolate. Caiga en la tentación. Las calles de Flandes huelen a chocolate y rara es la esquina que no cuenta con un local especializado en este producto. Aquí el chocolate se convierte en arte. Trufas, pralines, bombones… de todas las formas y sabores, desde el picante del chile hasta el sofisticado del oro. 

9.- Degustar una buena cerveza. Flandes cuenta con casi quinientas variedades de cerveza, muchas de ellas destiladas en antiguas fábricas y artesanales monasterios que pueden visitarse. Las hay rubias, tostadas y morenas, blancas, ámbar y hasta rojas. Muchas son de alta graduación, así que conviene empezar por las más flojas (las blancas) e ir subiendo en grados. Cada lugar tiene su cerveza típica, no se vaya sin probarla.

10.- Conocer los mercadillos de flores. Todas las ciudades de Flandes cuentan con uno o varios mercadillos, siendo las flores las protagonistas. A los flamencos les encanta decorar sus casas y las flores y plantas son sólo el principio. Los amantes de las gangas y de los objetos imposibles pueden hacer su agosto en los muchos puestos callejeros dedicados a la quincallería y los objetos de segunda mano. Los mercadillos son la excusa perfecta para conocer de primera mano la vida de las ciudades y la alegría de sus gentes.

11.- Pasear en bicicleta por Lovaina. La ciudad de los estudiantes, la cerveza y los beaterios es el escenario ideal para dejarse llevar sobre el medio de transporte más común en Flandes. Vale la pena salir del centro y adentrarse en la región del Brabante para descubrir sus numerosos castillos y abadías.

12.- Admirar las obras de los flamencos. La pintura flamenca es uno de los tesoros de Flandes. Sus maestros, góticos y barrocos, inundan los museos de la región: Van Eyck, Memling, Rogier Van der Weyden, Van der Goes, Van Dyck, Jordaens y, por supuesto, Rubens. Descubrirlos en su entorno histórico es una de las mejores atracciones de Flandes.

13.- Divertirse en los muelles del Trigo y de la Paja. Graslei y Korenlei, los dos bulliciosos embarcaderos de Gante, compiten por ser el lugar más animado de Flandes. Al atardecer la belleza de sus mansiones góticas y renacentistas alcanza su punto álgido y es cuando estudiantes, viajeros y curiosos se dan cita en el muelle para comentar la jornada. Un lugar delicioso donde no faltan exquisitos restaurantes y animados bares para convertir la visita en inolvidable.

14.- Vivir el Año del Cómic en Bruselas. La historia de amor de la ciudad de Bruselas con el cómic es una historia antigua y asentada, pero no por ello carente de pasión. Coincidiendo con el 20º aniversario del Centro Belga del Cómic, Bruselas viste de gala sus paredes dando la oportunidad a sus héroes de vivir entre la gente. Un recorrido guiado por sus principales protagonistas, dos importantes exposiciones y varios eventos paralelos darán cita a los grandes de ayer y hoy, haciendo las delicias de los amantes de Tintín y avivando la imaginación de niños y mayores.

15.- Llevar a los niños al Museo del Juguete. A sólo 25 kilómetros de Bruselas, la ciudad de Malinas es perfecta para llevar a los niños, entre otras cosas, o principalmente, porque su Museo del Juguete (Nekkerspoelstraat, 21). Con una colección permanente y exposiciones temporales, dicen que es el más grande del mundo, un sueño para los más pequeños y también para sus padres. La ciudad también alberga un gran parque zoológico. 


SORAYA GARCÍA OLIVARES

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